Piérdete, sumérgete en un vaivén de palabras que quizás ninguno de los dos entendamos. Sal. Y desde fuera, psicoanalízate. Mira qué ha cambiado. Si la respuesta es nada... me congratula.

viernes, 9 de mayo de 2008

Marujeo...

No veo los programas de cotilleo. Pero me han contado (Ana Rosa Quintana y su compañía de cultos e ilustrados vendedores de feria) que Carmen Martínez Bordiu ha ido sola a peregrinar al Rocío. Y qué penita me ha entrado, oiga, de pensar que tan bella moza tiene que caminar sin su particular homínido aferrado del brazo. Y es que es una lástima que los personajes televisivos también sufran de mal de amores como hacemos el resto de los humanos. Y sufren... vaya si sufren:

Yo no soy muy asidua a caerme al suelo. No es de mis mayores aficiones; de hecho, la practico sólo cuando estoy distraída o cuando cometo el error de creer que conozco todas y cada una de las baldosas de mi hogar, dulce hogar. Si tengo la mala fortuna de sufrir un tropezón (por no llamarlo de otra manera, algo malsonante) miro hacia todos lados, compulsivamente y de manera rápida. Observo si alguien me ha visto, y si es así, me pongo alerta para detectar cualquier atisbo de sonrisa que aceche su boca. Si se ríe, entonces finjo haberme caído intencionadamente. ¿Cómo? Ni lo sé, ni me importa. Hago que hablo por el móvil, simulo mantener una conversación a plena voz y entonces digo:

-Y fue justo así como se tropezó la tonta esa. Qué pena que no lo vieses, chica, porque fue digno de recordar.

Y me voy. Airosa. Con el ridículo dándome collejas en la nuca y la prisa mordiendo mis tobillos. Prisa por irme, corriendo, a algún lugar donde esconderme. Y si me hago daño, no importa. No hay nada que no cure el Betadine y unos cuantos "sana, sana, culito de rana". (¿Por qué culito de rana?)

Pero a lo que íbamos. Como he dicho antes, no me caigo muy a menudo. Soy estable cual moneda de dos euros encima de un pupitre de colegio. Si por algún casual me despertase mañana, mi novio fuese consejero del Racing de Santander, estuviese comiendo como invitada con un equipo entero de fútbol (con sus correspondientes reservas), tuviese que ir al baño, y delante del baño hubiese un escalón... no me gustaría tropezarme con él. Y caerme de cara, menos. Ni sangrar, ni hacerme un esguince, ni ser objeto de titulares amarillos de todo el país.

Aunque pensándolo bien... si eso me ocurriese me llamaría Carmen Martínez Bordiu.

Y qué penita me ha entrado, oiga. Y lo mona que iba ahí solita, luciendo palmito con ese traje tan ceñido, y esa flor gigantesca que ya se puso Quasimodo hace años, antes de ser apodado "El jorobado de Notre Dame". Todo arte, de verdad. Todo arte. ¡Con pata chula y todo que anduvo la muy jabata!

¿A quién no le gusta evadirse en la vida de otro? A mí, personalmente, me apasiona. Y como no se puede criticar sin conocer, tengo derecho a decir que, desde que hice mi máster en programas similares a "Aquí hay tomate" valoro y apoyo incondicionalmente el tesoro de la intimidad. Me compadezco de todas las personas que viven acosadas día y noche, que sufren constantes intromisiones en su vida privada y que no encuentran el modo de librarse de esta lacra a la que tienen el valor de llamar "periodismo".

Y así, con descaro, equiparan el trabajo de un Corresponsal de guerra o un columnista de cualquier periódico con el de una verdulera (con todo mi respeto a los que venden verdura, que merecen para mí mayor reconocimiento) o un feriante cuyo principal cometido es gritar "abajo la Esteban".


Ensuciar palabras es su principal trabajo...



Anécdota del día:


Sustituyo la ropa de invierno por la de verano. Llueve. Bajan las temperaturas. Y con la hora que es... me pierdo el boxeo.






Bye bye, honey...*

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