Arrieros somos...y en el INEM nos encontraremos

Piérdete, sumérgete en un vaivén de palabras que quizás ninguno de los dos entendamos. Sal. Y desde fuera, psicoanalízate. Mira qué ha cambiado. Si la respuesta es nada... me congratula.

domingo, 7 de septiembre de 2008

De mudanzas, atracones y buenos propósitos.

Madre del amor hermoso. Estoy, como diría aquel, que no siento las piernas. Tengo una sensación terrible de malestar que, espero, no sea culpa del bote de aceitunas, las cuatro galletas Quelis y las doce onzas de chocolate que me he comido hace tan sólo un rato. Eso sin contar el bocadillo de atún con tomate, el sandwich de queso y los dos San Jacobos con palitos de merluza que cené a modo de aperitivito. Y todo esto aderezado con un litro de zumo de piña y medio de horchata así, para ir abriendo boca. Y es que mañana es el gran día.

Hay muchos grandes días. A mí personalmente me parecen grandes los días en que madrugo. Grandes porque permanezco despierta más horas. Si me levanto a las tres y me acuesto a las diez, es un casi-grande día. Y por mucho que venga a visitarme el mismísimo Brad Pitt vestido como Tarzán y con un cartel que rece "ámame", seguirá siendo un casi-grande día. Pero mañana, aunque no madrugue, seguirá siendo "El día D".

Me queda menos de un mes para cumplir veinte años. Y aunque esto pueda parecer un insulto para los que ya han superado con creces esta edad... me siento algo mayor. Me doy cuenta de que quizás en menos de diez años estaré casada, quizás en menos de cuatro haya terminado la carrera, quizás en menos de siete haya vivido mi primer despido serio, y quizás en menos de doce tenga algún churumbel. Esto es sencillamente aterrador, porque ninguna de las cifras que he mencionado es más que lo que ya he vivido. ¡Y se me ha pasado volando!

Así que he estado pensando en mi futuro. Qué curioso, ¿verdad? Porque pensar en el pasado es tan sencillo como tirar de la enciclopedia de recuerdos. Pero pensar en lo que vendrá requiere un ejercicio de imaginación que, con la práctica, domino a la perfección. Así que eso, haciendo uso de mi habilidad me he visto con veintinueve años, de compras en Tiffany (es mi futuro y me lo imagino como me da la gana) llevando unos Manolo y con un bebé en los brazos. Y, al salir de Tiffany después de haber fundido mi ya desgastada tarjeta de crédito, me he visto enciendiéndome un cigarro. ¡Pero qué imagen tan fea! Así que mañana es el día en que voy a comenzar a plantearme que tengo que proponerme dejar de fumar.

Como fecha límite me he puesto, qué original e increíblemente creativa, el día de mi cumpleaños. ¿Qué mejor regalo que oxígeno para mis pulmones, descanso para el dedo que enciende el mechero y alegría para mi padre? Sería un día de cumpleaños redondo, como los Donuts que van a alimentar mi redonda tripa de futura ex-fumadora.

Y borrón y cuenta nueva. Ni alquitrán, ni nicotina, ni amoníaco... nada de nada. Lo sustituiré por colorantes, conservantes, grasas saturadas y vinagre. Sólo de pensarlo se me hace la boca agua...

Y con motivo de los enormes cambios que se van a dar en mi vida, más a lo ancho que en otra dirección, creo un nuevo Blog. Veinte años, vida nueva. ¿No era así? Espero que lo disfrutéis a lo grande, como mi futuro pandero. Que lo leais con la misma frecuencia con la que me morderé las uñas, me estiraré del pelo o desearé fumarme un cigarro. Y, sobre todo, que si lo leéis lo hagáis con un cenicero cerca, explusando caladas que resten visibilidad a la pantalla del ordenador y que sirvan de consuelo para esta futura desgraciada.




Próximamente, desvaríos emocionales y sensaciones a flor de piel. Que veinte años no es nada...





Bye bye, honey...*

viernes, 8 de agosto de 2008

Inolvidable.

Cuatro mil millones de personas hemos recibido hoy una lección. Hemos asistido desde casa, asombrados, al espectacular inicio de los Juegos Olímpicos en Pekín, una muestra de convergencia y perfecta simbiosis entre tecnología y tradición, rabiosa actualidad y melancolía que manifiesta un país que, poco a poco, se va convirtiendo en el emblema del ser humano.

El esfuerzo realizado por las personas que han logrado esta belleza (belleza, belleza, belleza) se verá premiado por el esfuerzo que realizarán los deportistas para lograr una meta. Y si la meta de esta presentación era impresionar, sin duda lo ha logrado. He tenido que cerrar la boca varias veces, frotarme los brazos para atenuar la piel de gallina y reprimir las lágrimas de emoción al observar cómo hemos crecido.

Han sido ellos quienes nos han mostrado la ruta de la seda, los orígenes de la imprenta o los bailes más tribales, apoyados en máximas como la paz, las sonrisas y los niños. Los niños, por tanto, han sido los protagonistas en esta fiesta en la que no hay lugar para la discordia.

En un "tira y afloja", la ceremonia inaugural ha sido el continente de momentos de tensión y de completa abstracción. Todo, absolutamente todo, ha generado millones de suspiros. Millones de sonrisas. Quizás millones de nuevas vocaciones, de envidias sanas, de satisfacción.

Y quien se pregunte el porqué de tanto despliegue quizás no valore que, unir a cinco continentes bajo un mismo estadio, merece esto. Y no mucho más, ya que dudo que superarlo sea posible.


Así que enhorabuena. Enhorabuena a todos los seres humanos. Y es que, aunque no lo parezca, estamos hechos de la misma pasta que los que hoy nos han quitado el sentido.






Bye bye, honey...*

jueves, 7 de agosto de 2008

Hablemos de tú a tú.

Yo también me intento encontrar en cada uno de mis textos. Es curioso: cuando escribo cualquier cosa y la leo al cabo del tiempo no me reconozco en lo que en su día plasmé. Quizás sea porque soy volatil, efímera y puramente ocasional. Cambio constantemente. Me reconstruyo día a día, y hago un punto y aparte cada vez que me acuesto. Temo profundamente preguntas del tipo "descríbete" o "cuéntame cómo eres". No lo sé. Hoy soy constante, trabajadora y con ganas de sacar adelante asuntillos pendientes. Mañana quizás me despierte vaga, practicante del pasotismo y de la más pura ignorancia.

Sin embargo, y a pesar de todo, me acuerdo de cómo era ayer. Y antes de ayer. Y hace dos o tres años. No comparto con esa persona que antaño fui ni un sólo punto en común, pero no olvido cómo se sentía ella, qué le hacía reconfortarse y qué miedos le hacían temblar. Quizás siga teniendo el mismo color de ojos, mantenga los mismos gustos culinarios y me siga mordiendo las uñas. Pero no, esa ya no soy yo. A lo mejor es por eso por lo que ya no me conoces.

Recuerdo que me dijiste: "no me gusta la Amanda periodista". Hay Amandas como segundos que transcurren a lo largo del día. Algunas te gustarán. Otras posiblemente desearías no haberlas conocido. Pero todas tienen en común que durarán poco, muy poco.

Cuando siento que algo me cautiva me vuelvo pasional, impulsiva, intensa. Si algo es de mi agrado, sin llegar al límite del ardor, me mantengo tranquila. A gusto. Y si algo me irrita, logra despertar un bicho que sólo puedo calmar con altas dosis de oxígeno inspirado y espirado de manera violenta. Así soy yo en función de lo que me rodea.

Sola, sin estímulos externos, tan sólo pienso. No hay reacciones químicas, no hay movimientos bruscos. Respiración tranquila, música de fondo y alguna que otra carcajada es el pan de cada día.

Soy camaleónica. Hay quien dice que, llevado al extremo, es realmente agotador. Otros dicen que somos poliédricos, ¿verdad? Pero para ser inamovible, constante y extremadamente invariable, tendría que ser de piedra. E incluso ellas se acaban desgastando...

Posiblemente mañana no me crea esto que hoy he dicho. Si me lo creo, quizás lo no comparta. Y si lo comparto, lo publicaré. Será de los pocos días en que me levante pensando igual que ayer.

Soy la inestabilidad y el cambio como forma de vida. Y todo esto, tratado con cuidado y mimo, logra que no llegue a perder el juicio. Pero así he nacido, así me he criado y posiblemente así me mantenga, envuelta en un mundo estático en el que parece que todo permanece inmóvil menos yo. Todos menos yo.




Bye bye, honey...*

miércoles, 6 de agosto de 2008

Güeitin' a que güelvas...

Si algo bueno tenemos los miopes (además de poder usar las gafas como complemento ideal en una mañana de biblioteca) es que miramos la vida con otros ojos. Adquirimos una perspectiva de lo que nos rodea singularmente original; sabemos a la perfección que algo está ahí aunque no lo veamos. Si no ves una farola... tranquilo, te la comerás. ¿Que alguien te llama y no sabes de dónde? No te preocupes, quedarás como un malqueda y tarde o temprano te devolverán el feo.

Pero hoy, en el complejo entramado de palabras que vomito de vez en cuando, no van por ahí los tiros. Desde hace mucho tiempo valoro la frase "se sobreentiende". Se sobreentiende que es de día si son las doce de la mañana aunque aún tengas la persiana bajada. E igual que doy por sobreentendido que la farola está ahí y que no oigo voces sino que hay alguien que me llama... sobreentiendo que estás ahí.

Y así, topito perdida, sin verte y conformándome con oírte una vez al día vivo feliz. ¡Y mira que últimamente me pongo las gafas! Pero nada tío, nada de nada. Sobreentiendo que estás ahí.

Y con eso me basta hasta nuevo aviso. Me conformo. Y no por puro conformismo... qué va. Me conformo porque esto, sólo esto, es suficientemente grande como para poder decir que es lo más grande con lo que me he conformado nunca.



See you soon, Cucarachaman.





Anécdota del día:



Calor, calor y calor. Solución: flash eléctrico.





Bye bye, honey...*

domingo, 3 de agosto de 2008

¿Por qué no te callas?

-¿Si te vieses desde fuera te caerías bien?
-Puf! La verdad es que no lo sé...


Y no, es cierto que no tengo ni idea. No sé si soy de las chicas a las que catalogo de "insoportables" o soy una tía cojonuda. El caso es que hace algún tiempo (¿dos semanas?) me presentaron a una tal Srta. X (anonimato, señores!) que me recordó un poco a mí. Las circunstancias no eran las ideales para conocernos: sobredosis de decibelios, borrachetes alrededor y fango bajo mis sandalias me mantenían muy ocupada. Pero ella hablaba, y hablaba, y hablaba... constantemente. Y no se callaba. Y bla, bla, bla... que si mi cole, que si mi hermano, que si la novia de mi hermano, y mis hobbies, caray que guay, osea genial, entonces diver, qué canción más apasionadamente chupi, tía que glamourosa, todo arte, oish madre del amor hermoso, jolin qué calorazo, jopé vaya tufito, jopetas qué cansadita... igualita que yo, vamos. Estaba deseando que se callase. ¡No me dejaba hablar la muy pesada! Y yo la miraba, pensativa, deseando soltar un "jopé cierra la boca tía copiota con máster en yo misma" todo de golpe y rapidillo. La miré como mira un besugo, de reojo y con mala leche. Y cuando me disponía a cambiar de grupo de conversación... me pregunta que si la acompaño a hacer pipí. Sí, pipí. Nosotras hacemos eso.

Creo que fue ahí cuando me empezó (empecé) a caer bien. ¡Qué rematadamente inteligente es! (¿He dicho ya que me recuerda mucho a mí?) Y es que así, las dos solas, de camino al baño y sin espectadores, mantuvimos una conversación de las de ole, ole y ole. Me sorprendió lo fácil que es pasar del profundo deseo de arrancarle los pelos a querer saber qué es de su vida y cuál es su comida favorita. "No sé tía, las Panteras Rosas". ¡Me cago en la mar! ¡Pero si siempre he dicho que me gustaría alimentarme a base de Panteras Rosas, Phosquitos, horchata y Donuts azucarados! Hay que ver qué bien me caigo...

Pero cuando volvimos al gupo las cosas cambiaron. Me volvió a parecer repelente, cursi, boba y con un afán de protagonismo que ni el mismísimo Pajares. ¡Y no me dejaba hablar!


-¿Si te vieses desde fuera te caerías bien?
-Un ratito sólo. Un ratito...




Bye bye, honey...*

martes, 29 de julio de 2008

todosabuscartiti@hotmail.com

¡Ai qué gracia tiene esto de internet! Hace algún tiempo me agregó una dirección de correo (por el nombre no supe si era hombre o mujer) que posiblemente fuese de alguien de la Universidad o de mi grupo de amigos. Como no tenía ni idea de quién era, evidentemente, lo acepté. Resultó ser un tal "David", al que no conozco de nada, que pone fotos de perfil carentes de capacidad seductora y con menos inteligencia que un mejillón catatónico. La conversación fue la siguiente:

-Oye, te conozco de algo?
-Sí. Soy David, vivo en ****** esquina ********. ¿Y tú? ¿De qué te conozco?

Ahí es cuando empiezo a sospechar que no es nadie de mi grupo. "Vaya", pienso. Otro más. Otro contacto que va derecho al largo rankin de no admitidos/eliminados, que encabezan un grupo de 30 brasileños que vete tú a saber de dónde sacaron mi dirección. Pero bueno, lo de los brasileños es caso aparte. A lo que íbamos. El chico este, David, intenta averiguar de dónde soy, mientras busco en Deezer una canción de Fangoria y miro cómo va la descarga del primer disco de Iván Ferreiro en solitario. Y comienza con preguntas que demuestran por dónde se mueve:

-¿Eres del Chat de Terra?
-No. No me meto en chats.
-¿De Meetic?
-Qué va, ligo a la antigua usanza.
-¿Del Foro de Frikies que Buscamos Novia Desesperadamente?


Esto último no me lo preguntó, pero seguro que lo hubiese hecho si no le doy a no admitir. Por Dior, ¿tan difícil es meterse en pleno Ricorda (donde más facilones hay por metro cuadrado) y seducir a una chica contándole cualquier milonga? O nosotras somos cada vez más difíciles... o ellos se aferran a un clavo ardiendo. Pero lo de Internet no tiene nombre. ¿Y si llego a ser un pervertido, de ochenta y siete años, con pantalones de cuello alto y tirantes molones? ¿También habría querido algo conmigo?

Los cibernautas anónimos que más gracia me hacen son los de "mándame una foto para ver si los ojos que tienes reflejan lo simpática que me pareces". Todo esto escrito con treinta faltas de ortografía y usando abreviaturas de lo más incomprensibles: "mndam 1fto xa vr si ls hojs ktiens rflejan lo sinpatik kme parecs". Y yo pensando que quería que le mandase fotos de mis hojas. ¡Hojas! Madre del amor hermoso...

Así que creo que me estoy haciendo mayor. Hace tiempo cerré mi Fotolog, ya no tengo foto en el perfil de Messenger y lo del Tuenti fue tan pasajero que hoy en día hay aún quien cree que nunca tuve. "Qué poco moderna tía". ¿Cómo que no soy moderna? ¡Pero si hasta me he llegado a atar las sandalias por encima del pantalón! Pero esto... esto ya no tiene nombre.


Como dijo la tan mentada Belén Esteban: "¡A quien no me deje conservar mi intimidad le arranco los ojos! ¡Se los arranco!" Pues nada tía, tu arranca lo que tengas que arrancar, que yo me conformo con librarme de las moscas cojoneras no identificadas (MCNI) que revolotean sobre el teclado en busca de una titi a quien hablarle de coches, de centímetros y de citas a ciegas. ¡Y tan a ciegas! Porque hay cada cardo borriquero que ya se podría haber pillado los dedos el señor Nikon antes de inventar la cámara de fotos. Y de la güebcam... ya ni hablamos. Haría falta muchos tomos para describir lo insulso e inútil de verle a un tío los piercing a través de la pantalla.


Y la próxima vez que tu (sí, sí, tu...) decidas meterte en un chat a buscar chatungo (dícese de los chungos que se meten en el chat) me avisas, que nos corremos una juerga juntos y vas a saber lo que es la comunicación no verbal. ¡Que vales más que eso, cohone!



Anécdota del día:



Bajar un bordillo mientras que te pisas el pantalón del pijama es de lo menos agradable. Y si alguien me hubiese visto... tendría que recurrir al chat para buscar pareja.



Bye bye, honey...*

lunes, 28 de julio de 2008

Te vi, te vi, te vi...

Hoy lo he visto. Sí, a Él. Él en mayúsculas. Jamás pensé que lo conocería si nos topásemos cara a cara. Pero me ha hecho falta muy, muy poco tiempo para darme cuenta de que no era un mito absurdo. Hay quien lo considera fruto de reacciones químicas. Otros dicen que no existe, y que si existe dura lo que un merengue en la puerta de un colegio. Pues no.

Me he enamorado de Él. Deseaba llorar y desatar la emoción que me hacía temblar el labio inferior. Y allí, en la cafetería, con mi compañero de compras/amigo perfecto mirando y diciendo "eh! vuelve!" me he enamorado de Él. De Él, como ya he dicho antes, en mayúsculas. De Él materializado en dos ancianos. Ella jugaba con un cenicero. Se lo pasaba a una tercera señora que había enfrente. Ésta se lo volvía a lanzar, y sonreía cada vez que marcaba un gol entre los dos brazos. Y cuando lo hacía, su marido la besaba. En las manos, en el brazo, en la mejilla. Se miraban y ella no podía articular palabra. Pero no porque no quisiese. ¡Qué va!. El alzheimer se lo impedía. Le temblaban los brazos. Ausente, volvía a lanzar el cenicero. Se apoyaba en el hombro de su marido, mientras que miraba fíjamente su cara.

En ese mar de arrugas, pelos canos y complicidad me sumergía yo. Y podría pasarme toda la vida mirándoles. Con un sandwich en la boca y una lágrima en el rabillo del ojo lo vi. A Él. Amor se queda corto. Su imagen era la estampa de la suma perfección. Adorables. Y entonces me dio por pensar cuántos años llevarían juntos, la de cosas que habrán vivido, los hijos que posiblemente compartan... pero en su mirada, ausente la de ella y amable la de él, se veía amor. Miles de "te quiero". Abrazos, besos, caricias. Todo un camino. Un camino que él no estaba dispuesto a truncar por una puta enfermedad.

Así que hoy, mirándoles, me he dado cuenta de que existe. Sí, tío, existe.





Bye bye, honey...*