Piérdete, sumérgete en un vaivén de palabras que quizás ninguno de los dos entendamos. Sal. Y desde fuera, psicoanalízate. Mira qué ha cambiado. Si la respuesta es nada... me congratula.

jueves, 7 de agosto de 2008

Hablemos de tú a tú.

Yo también me intento encontrar en cada uno de mis textos. Es curioso: cuando escribo cualquier cosa y la leo al cabo del tiempo no me reconozco en lo que en su día plasmé. Quizás sea porque soy volatil, efímera y puramente ocasional. Cambio constantemente. Me reconstruyo día a día, y hago un punto y aparte cada vez que me acuesto. Temo profundamente preguntas del tipo "descríbete" o "cuéntame cómo eres". No lo sé. Hoy soy constante, trabajadora y con ganas de sacar adelante asuntillos pendientes. Mañana quizás me despierte vaga, practicante del pasotismo y de la más pura ignorancia.

Sin embargo, y a pesar de todo, me acuerdo de cómo era ayer. Y antes de ayer. Y hace dos o tres años. No comparto con esa persona que antaño fui ni un sólo punto en común, pero no olvido cómo se sentía ella, qué le hacía reconfortarse y qué miedos le hacían temblar. Quizás siga teniendo el mismo color de ojos, mantenga los mismos gustos culinarios y me siga mordiendo las uñas. Pero no, esa ya no soy yo. A lo mejor es por eso por lo que ya no me conoces.

Recuerdo que me dijiste: "no me gusta la Amanda periodista". Hay Amandas como segundos que transcurren a lo largo del día. Algunas te gustarán. Otras posiblemente desearías no haberlas conocido. Pero todas tienen en común que durarán poco, muy poco.

Cuando siento que algo me cautiva me vuelvo pasional, impulsiva, intensa. Si algo es de mi agrado, sin llegar al límite del ardor, me mantengo tranquila. A gusto. Y si algo me irrita, logra despertar un bicho que sólo puedo calmar con altas dosis de oxígeno inspirado y espirado de manera violenta. Así soy yo en función de lo que me rodea.

Sola, sin estímulos externos, tan sólo pienso. No hay reacciones químicas, no hay movimientos bruscos. Respiración tranquila, música de fondo y alguna que otra carcajada es el pan de cada día.

Soy camaleónica. Hay quien dice que, llevado al extremo, es realmente agotador. Otros dicen que somos poliédricos, ¿verdad? Pero para ser inamovible, constante y extremadamente invariable, tendría que ser de piedra. E incluso ellas se acaban desgastando...

Posiblemente mañana no me crea esto que hoy he dicho. Si me lo creo, quizás lo no comparta. Y si lo comparto, lo publicaré. Será de los pocos días en que me levante pensando igual que ayer.

Soy la inestabilidad y el cambio como forma de vida. Y todo esto, tratado con cuidado y mimo, logra que no llegue a perder el juicio. Pero así he nacido, así me he criado y posiblemente así me mantenga, envuelta en un mundo estático en el que parece que todo permanece inmóvil menos yo. Todos menos yo.




Bye bye, honey...*

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola:

Insisto: todos tenemos versiones diferentes de nosotros mismos. Quizá solo publicamos una historia que los demás leen en fragmentos. Quienes permanecen a nuestro lado conocen muchos de los capítulos, con sus núcleos. Nosotros, que a veces nos engañamos en la lectura, sabemos de los manuscritos prohibidos del cajón.

Besos.